Titiriteros detenidos: la libertad de expresión en cuestión
«No somos ni de aquí ni de allí, somos trotamundos y nos dejamos enamorar por la cultura popular que nos rodea. Contamos historias que creemos que son necesarias (…).” Así se definen a ellos mismos en su página web los miembros de la compañía “Títeres desde abajo” que fueron detenidos e imputados el 5 de febrero de 2016 por “un delito de ENALTECIMIENTO DEL TERRORISMO tipificado en el artículo 578 del Código Penal vigente, castigado con la pena de prisión de 1 a 3 años de prisión y multa; y de UN DELITO COMETIDO CON OCASIÓN DEL EJERCICIO DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y DE LAS LIBERTADES PÚBLICAS GARANTIZADOS POR LA CONSTITUCIÓN, tipificado en el artículo 510 del Código Penal, castigado con la pena de 1 a 4 años de prisión y multa.” (Extracto del auto del juez).
Los “Títeres desde abajo” habían estrenado su nuevo espectáculo «La Bruja y Don Cristóbal. A cada cerdo le llega su San Martín» en Granada el pasado 29 de enero. Sin haber visto anteriormente el espectáculo, y basándose simplemente en la sinopsis, el Ayuntamiento de Madrid lo contrató con motivo del Carnaval para dos representaciones en horario infantil (el 5 de febrero pasado (17h y 19h) en el barrio de Tetuán de Madrid. En el programa de la fiesta, se especificaba que el espectáculo era “Para todos los públicos” y “Recomendado para niños”.

Sin embargo, varios asistentes a la representación se sintieron molestos por ella y avisaron a la policía que se estaban escenificando situaciones “ofensivas”: “(ahorcamiento de un muñeco que representaba la figura de un juez, apuñalamiento de una monja con un crucifijo, apaleamiento de varios policías….)” (extracto del auto del juez). Así, los agentes detuvieron a A.LÁZARO DE LA FUENTE y R.GARCÍA PÉREZ tras haber exhibido una pequeña pancarta en la que estaba escrito “GORA ALKA-ETA”, y están actualmente en prisión provisional.

En su “Comunicado respecto a la detención de los integrantes de “Títeres desde abajo” por supuesto enaltecimiento del terrorismo”, la CNT-AIT de Granada quiere recordar la “esencia” y la “realidad” de la obra:
““La Bruja y don Cristóbal” procura representar, bajo las figuras recurrentes de cuentos y teatros, la “caza de brujas” al movimiento libertario que ha sufrido en los últimos años, con los montajes policiales estilo “Operación Pandora”. La obra está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de mala fama pública, y que se ve en la situación de enfrentarse a los cuatro poderes que rige la sociedad, esto es: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. La protagonista está en su casa, y, en primer lugar, su vida es interrumpida por la aparición del “Propietario”, que resulta ser el legítimo poseedor legal de la casa donde vive. No existen monjas violadas; bajo la forma de los muñecos, los adultos podemos comprobar que el propietario decide aprovecharse de la situación para violar a la bruja; en el forcejeo, la bruja mata al propietario. Pero queda embarazada, y nace un niño. Es entonces cuando aparece la segunda figura: una monja, que encarna la Religión. La monja quiere llevarse al niño, pero encuentra resistencia en la bruja, y en el enfrentamiento, la monja muere. Es entonces cuando aparece el Policía, que representa la Fuerza del Estado, y golpea a la bruja hasta dejarla inconsciente, y tras ello, construye un montaje policial para acusarla ante la Ley, colocando una pancarta de “Gora Alka-ETA” sobre su cuerpo, que intenta mantener en pie para realizar la foto, como prueba. A partir de este montaje policial, surge la cuarta figura, que es la del Juez, que acusa, y condena a muerte, a la protagonista, sacando una horca. La bruja se las arregla para engañar al juez, que mete la cabeza en su propia soga, y la aprovecha para ahorcarle, para salvar su propia vida. El relato continúa algo más, pero esta es la esencia de lo que transcurre, y donde se encuentra toda la polémica.”
Porque, efectivamente, creó la polémica y sublevó tanto ira como solidaridad (como por ejemplo concentraciones en el Barrio de Tetuán, o en Granada, incluso el movimiento «je suis titiritero»). Entonces, unas preguntas surgieron: ¿Quién es el responsable de que se haya representado esta obra delante de niños: el programador Ramón Ferrer Prada que no había visto la obra, o la compañía que, supuestamente, no había facilitado todo la información?, ¿Esta pancarta realmente ensalzaba el terrorismo como lo declara el juez, o era ironía para denunciar precisamente eso de lo que se les acusa?, etc. Esas cuestiones esconden otras más profundas y complejas todavía, como la de la recuperación política del incidente, pero también, y quizás sea lo más importante, la libertad de creación artística y los límites de la libertad de expresión.
Desde Malabart, hemos recopilado documentos desde la fuente, intentando ofreceros información libre de interpretaciones, para que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones libremente.

Os ponemos en enlace para quien quiera firmar la petición de «Libertad sin cargos para los artistas de ‘Títeres desde abajo'» en change.org.
Escito por Pauline Avignon