Una vida dedicada al circo se apaga.

Los libros de historia recordaran el 20 de enero de 2017 como el día en que D. Trump se convirtió en el 45º presidente de Estados Unidos. Nuestro mundo, el mundo circense, recordará esta fecha como el día en el que falleció Dominique Mauclair. Este gran hombre era el fundador del Festival Mundial del Cirque de Demain, y fue su presidente hasta 2002, antes de pasar el relevo a Alain Pacherie.
Entró en pista como músico, luego fue periodista especializado en las artes escénicas, vice-presidente de la Escuela superior de las artes circenses de Châlon-sur-Saône, e incluso director de marketing en Disney, entre muchos otros trabajos. Se le conocía como un hombre muy entrañable, culto, y profundamente apasionado por el circo. Hablando de Dominique Mauclair, el adjetivo “apasionado” se queda corto, ya que dedicó cerca de 30 años de su vida, desde 1977, a construir puentes entre los jóvenes artistas y el mundo profesional circense. La idea era dar una oportunidad a los que no venían de familias circenses. «Enamorado» le cualificaría mejor. Enamorado de su arte, de los artistas. «Curioso» también. De todo y de todos, como lo dicen los trabajadores del festival mismos. Insuflaba al circo su vitalidad, su futuro, su mañana.
No habrá más “demain” para Dominique Mauclair, pero el circo, siempre vivo, conserva su huella.
En personas emblemáticas del circo español como lo es Javier Jiménez, por ejemplo. A final de los años 80, con su compañero Jaime, «Los Trompicheli» ganaron un concurso en Madrid en el que él era jurado. A Dominique, le llegó al corazón la actuación, y les abrió las puertas de su Festival de Demain y del “Cirque d’Hiver”.
Su huella también persiste en filmotecas y bibliotecas. Rodó películas y escribió libros sobre el circo como “Planète cirque”, “Un jour aux Cirques” o “Histoire du Cirque” (Historia del circo), traducido al español.
Ironía de la vida, el primer año en el que Malabart iba a oír en directo, en Paris, bajo la carpa del “Cirque Phénix”, el famoso “Bonsoir Paris, bonsoir le monde!”, desaparece el hombre que le dió vida.
El circo y sus artistas le deben mucho. Encarnaba el circo. El circo era su vida, y viceversa.